viernes, 25 de mayo de 2012

El cerebro femenino


¿Cómo influye la biología en el comportamiento de las mujeres?

Al igual que ocurre con el cerebro masculino, el cerebro femenino está regido por su química hormonal. Hasta la octava semana de embarazo, el cerebro de los fetos es femenino. A partir de ése momento, en los varones aumenta el nivel de testosterona, lo que provoca un aumento de células en las zonas que gestionan la agresión, al mismo tiempo que se produce una involución de las células situadas en las zonas donde se procesan las emociones y la comunicación.

Las principales hormonas que encontramos modulando el cerebro femenino son las siguientes:

  • Estrógenos: Son las hormonas responsables de las características sexuales femeninas. Estimula el deseo sexual y su descenso afecta al comportamiento emocional de la mujer provocando cambios de humor, irritabilidad e incluso depresión.
  • Progesterona: Hormona con efecto sedante.
  • Dehidroepiandrosterona: Es la prohormona que origina las hormonas sexuales, tanto masculinas como femeninas. En las mujeres inhibe la conducta agresiva y mejora la memoria. 
  • 5-alfa-Dihidrotestosterona: Es una hormona sexual masculina que se da en bajas concentraciones en las mujeres y que influye en el deseo sexual y la agresividad.
  • Oxitocina: Es la neuro-hormona implicada en el parto, la lactancia y la conducta materna. Disminuye el estrés, provoca el deseo sexual y, al igual que ocurre en el hombre, posibilita la vinculación emocional forjando lazos permanentes al cambiar las conexiones de los circuitos cerebrales. Cuando se combina con la progesterona de la mujer, provoca en ella un aumento de la capacidad de comunicación, lo que explica la creencia popular de que las mujeres quieren quedarse charlando tras el coito.
  • Alopregnelonona: En una neuro-hormona derivada de la progesterona que reduce el estrés. Durante el síndrome premenstrual descienden sus niveles, lo que provoca irritabilidad.
  • Cortisol: Es la hormona implicada en las respuestas de estrés y en la adaptación físico- emocional a las situaciones estresantes.
  • Vasopresina: Además de regular otras funciones biológicas, parece ser la responsable de la búsqueda de una única pareja y algunos estudios afirman que la supresión de la vasopresina puede provocar la búsqueda de múltiples parejas.


A lo largo de la vida de las mujeres se producen cambios hormonales en las diferentes etapas que influencian tanto su comportamiento como su humor.

Durante la adolescencia se producen cambios en la química cerebral de la mujer, comenzando a producir gran cantidad de estrógenos y progesterona que influyen a nivel cerebral activando circuitos hasta ése momento inactivos. La causa de la impulsividad y la escasa previsión de las consecuencias que marcan este periodo, se debe a que estos nuevos circuitos todavía son inmaduros en ése momento. Con la aparición de los ciclos menstruales se producen unos niveles altos de estrés cerebral que escapan a su control. Es también en ése momento cuando comienza a producirse una dualidad en el comportamiento femenino, debida a dichos ciclos que la menstruación conlleva y que marcarán variaciones en su comportamiento a lo largo de toda su vida.

Las altas concentraciones de estrógenos y progesterona influyen sobre el hipocampo facilitando los procesos de aprendizaje y afectando a la memoria. Debido a la sensibilidad del hipocampo a los estrógenos, durante la primera parte del ciclo las mujeres alcanzan su mayor rendimiento intelectual mientras que durante la segunda fase, al descender los estrógenos y aumentar la progesterona, se produce todo lo contrario: necesidad de reposo, falta de concentración y menor memoria. Si no se produce un embarazo, disminuyen los niveles hormonales y la menstruación se presentará acompañada de cambios del humor e irritabilidad, debidos entre otros a una disminución de la serotonina. La influencia sobre el hipocampo de las hormonas que regulan el ciclo menstrual, hace que en la etapa fértil de la mujer, su memoria evolutiva influya en las decisiones que toma, dirigiéndose instintivamente a la formación de una familia. Las variaciones en los niveles de estrógenos y progesterona también influyen sobre la amígdala, encargada del procesamiento de las emociones.

En el aspecto sexual, a diferencia de los 3 minutos necesarios en los hombres, las mujeres necesitan entre siete y dieciocho minutos de penetración vaginal para alcanzar el orgasmo, lo que en algunos casos puede dificultar su placer debido a esta descompensación de tiempos necesarios en ambos sexos. Sin embargo, las mujeres tienen mayor facilidad para sentirse satisfechas con las muestras afectuosas, las caricias y los besos que con el acto de penetración sin ningún significado romántico.

Durante el embarazo se produce una reestructuración irreversible del cerebro femenino, disminuyendo su tamaño por una remodelación de sus circuitos. Al acercarse el momento del parto, el cerebro recupera su tamaño o incluso crece por la incorporación de nuevos circuitos relacionados con la maternidad. Tras el parto, la relación con el hijo refuerza dichos circuitos, aumentando el nivel de alerta para reaccionar al llanto y a las necesidades del niño. El contacto madre-hijo estimula la secreción de oxitocina, que favorece al secreción de leche materna.

Unos 10 años antes de la aparición de la menopausia, el cerebro comienza a disminuir su sensibilidad a los estrógenos y a la testosterona, pudiendo provocar una disminución del deseo sexual. Los niveles habituales de hormonas disminuyen y el humor se desequilibra, aunque estos aspectos comportamentales difieren en cada mujer.

Con la llegada de la menopausia, se produce una especie de abstinencia hormonal por la modificación de todos los niveles hormonales que controlan el humor, la memoria y el deseo entre otros. Como compensación, la mujer se siente en ése momento más capacitada y dispuesta para centrarse en sus proyectos y placeres personales. Si las hormonas no se suplementan farmacológicamente,cuando el cerebro se adpata a las diferencias en los niveles hormonales, los circuitos que dependen de los estrógenos se reducen, provocando una disminución gradual de la memoria.

Mujeres y hombres somos diferentes en nuestros procesos cerebrales y conocer su funcionamiento puede ayudarnos a entender estas diferencias y mejorar nuestra convivencia.


“El papel de las mujeres en el progreso de la civilización es mucho mayor que el del hombre, por lo que debería desarrollar sus aptitudes de acuerdo con su naturaleza, sin imitar a los hombres”.
Alexis Carrel (1873-1944) Biólogo y médico francés





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miércoles, 16 de mayo de 2012

El cerebro masculino


¿Cuáles son las predisposiciones del cerebro masculino?


Las conductas de los hombres y las mujeres se ven influidas por las hormonas que rigen los cerebros de ambos, que aunque tienen ciertas similitudes, los estudios al respecto indican que operan de una manera diferente.


Desde la concepción, el cerebro masculino es diferente del femenino, ya que por disponer del cromosoma Y, todas sus células son masculinas. Las hormonas masculinas regulan las conductas típicas del macho de la especie, tales como la competitividad, la territorialidad o la búsqueda de resolución de problemas, además de condicionar su comportamiento, tanto social como sexual.

Conocer los impulsos del cerebro en el caso de cada sexo nos ayudará a entender las diferencias biológicas entre ambos. Las principales hormonas que operan en el cerebro masculino y por tanto regulan su comportamiento son las siguientes:

  • Sustancia inhibidora de Müller (SIM): Durante la gestación, la SIM es la encargada de liberar al hombre de su biología femenina. Es la responsable de la conducta masculina relacionada con las ganas de explorar y vivir aventuras. 
  • Testosterona: Es la principal hormona masculina y la más relacionada con las conductas típicamente masculinas a nivel biológico, tales como el aspecto dominante o la agresividad. Participa en la creación de la androstenediona, feromona responsable de activar la conducta sexual y la búsqueda de apareamiento, además de provocar el olor característico del macho de la especie, que actúa como afrodisíaco natural atrayendo químicamente a las mujeres.
  • Vasopresina: Es la responsable del instinto de protección familiar y de la defensa de la territorialidad. Provoca el ritual previo al apareamiento. Al igual que ocurre con la testosterona, exalta las características típicamente masculinas.
  • Dopamina: Es la responsable tanto de la repetición de los comportamientos que proporcionan placer y de la conducta entusiasta del hombre, tanto durante el coito como en el juego o deportes de competición.
  • Oxitocina: Además de disminuir el estrés, provoca el deseo sexual y posibilita la vinculación emocional forjando lazos permanentes al cambiar las conexiones de los circuitos cerebrales. Cuando se combina con la testosterona del hombre, provoca en él la necesidad de dormir, como suele ocurrir tras el coito. 
  • Prolactina: Favorece la conducta paterna.
  • Cortisol: Es la hormona responsable de generar estrés ante una amenaza y predispone a la conducta de  enfrentamiento a ella.
  • Estrogeno: Es la encargada de aumentar el deseo sexual en el hombre y de la conducta cariñosa en pareja.

Estas hormonas que rigen la biología del cerebro masculino provocan las diferencias de conducta entre ambos sexos y gracias a las nuevas tecnologías podemos observar estas diferencias entre ellos en cuanto a funcionamiento cerebral y procesamiento de la información.

En el aspecto sexual, las diferencias son claras: A los hombres les resulta más sencillo relajarse y aislar sus inhibiciones y parece ser que su estimulación con respecto a las relaciones sexuales se reduce a los tres minutos previos al coito. La diferencia en la temporalidad en cuanto al tiempo de excitación necesario para alcanzar el climax, provoca en el hombre la necesidad de retrasar la eyaculación el tiempo necesario para permitir a la mujer alcanzar la excitación suficiente para quedar satisfecha. Para ello, el hombre tiene que aprender a inhibir sus centros cerebrales de la excitación sexual dirigiendo su atención hacia otras áreas del cerebro no sexuales. Una buena técnica para lograrlo es, por ejemplo, dirigir la atención hacia pensamientos que requieran de concentración, como recitar mentalmente el alfabeto de manera inversa. Es curioso que a pesar de las diferencias entre ambos sexos en cuanto a conducta sexual se refieren, las técnicas de neuroimagen modernas no registran diferencias cerebrales durante el orgasmo entre el sexo masculino y femenino.

Aunque el comportamiento masculino, al igual que ocurre con el femenino, viene regulado por las hormonas que hemos especificado, la biología no es determinante y las diferentes experiencias que vivimos nos condicionan y modifican nuestras conexiones neuronales, de manera que podemos aprender a comportarnos adoptando posturas socialmente aceptadas, aunque para ello debamos inhibir en ocasiones algunos de nuestros instintos innatos.


“Entre hombre y hombre no hay gran diferencia. La superioridad consiste en aprovechar las lecciones de la experiencia” 
Tucídides. Historiador ateniense.

 



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miércoles, 9 de mayo de 2012

Lectura y Cerebro


¿Qué procesos intervienen en nuestra capacidad lectora?


La lectura es, además de un placer, un acto sumamente beneficioso para nuestro cerebro, ya que aumenta la capacidad de concentración, promueve la empatía y representa un ejercicio útil para evitar la pérdida de las funciones cognitivas.

Leer produce modificaciones en la anatomía cerebral, favoreciendo las conexiones nerviosas, ya que aumenta notablemente la actividad cerebral, especialmente en el hemisferio izquierdo. Cuando leemos una palabra aislada, se estimulan numerosas zonas del cerebro y cuando tratamos de comprender un texto, nuestro cerebro completa los datos del mismo con la propia experiencia e imaginación. Al leer, somos capaces de recrear situaciones, escenas, rostros o estados emocionales con toda fidelidad, y al hacerlo se estimulan zonas del cerebro similares a las que se activarían si realizáramos ésas mismas acciones en nuestra vida real.

La lectura es una capacidad humana aprendida, que requiere de un trabajo conjunto de retina y cerebro para la captación de las imágenes de las letras, su agrupación en sílabas y su posterior procesamiento del significado de las palabras. Desde la aparición relativamente reciente de la escritura, hace 5.400 años, nuestro cerebro y nuestro sistema visual han requerido de una adaptación para el reconocimiento de los caracteres que la componen. Gracias a este trabajo conjunto entre retina y el cerebro somos capaces de descifrar la escritura y entender su significado. Para ello, la fóvea, área central de la retina, recibe la información visual. La fóvea es la única parte de la retina que tiene una alta concentración de células fotorreceptoras sensibles al color, mientras que el resto de la retina contiene células fotosensibles monocromáticas, especializadas en la captación del movimiento. Es por ello que la fóvea es la parte de la retina encargada de la visión en alta resolución. Al ser su diámetro aproximado de 0.5 milímetros, sólo abarca un campo visual de 15 grados, por lo que sólo somos capaces de reconocer entre siete y nueve letras al mismo tiempo. Como resultado, y aunque no somos conscientes de ello, leemos mediante movimientos rápidos del ojo, de entre 20 y 200 milisegundos, denominados movimientos sacádicos, que nos permiten detectar las partes relevantes y construir nuestro mapa mental. Cada movimiento sacádico transmite información al cerebro a través del nervio óptico, conservando también la información relativa al brillo y al contraste. Para que fuéramos capaces de captar una escena completa en alta resolución, el diámetro de nuestro nervio óptico debería ser mayor que el diámetro del propio nervio ocular.

En los momentos previos a los movimientos sacádicos del ojo, se produce lo que se llama enmascaramiento sacádico o supresión sacádica, fenómeno causante de que, pese a percibir las imágenes de manera discontínua, no tengamos la sensación de que momentáneamente se ha interrumpido la trasmisión de información al cerebro. Para observar este fenómeno, podemos realizar un simple experimento consistente en situarnos a unos 45 cm de un espejo y observar nuestros ojos de manera sucesiva. No conseguiremos captar el movimiento de los ojos, pero tampoco tendremos la sensación de que la imagen ha sido interrumpida en ningún momento.


En el aprendizaje de la lectura juega un papel fundamental la región del lóbulo occipito-temporal izquierdo, situado en la parte trasera de la cabeza, detrás de la oreja izquierda. Hasta hace unos años, se sabía que esta región tenía implicaciones durante la lectura, ya que se activaba al realizar esta actividad, pero ahora sabemos que no sólo está implicada, sino que es indispensable para ella, ya que su extirpación provoca fallos tanto en la lectura como en su comprensión. Los estudios realizados al respecto muestran que todas las personas, independientemente del idioma o del grado de aprendizaje lector, muestran activación en esta zona durante la lectura, incluso en el caso de los textos en árabe o en hebreo, que se leen de derecha a izquierda.

Es sorprendente a este respecto que un elemento cultural como es la lectura, muy reciente en términos de evolución e innecesario para la supervivencia de la especie, ha acabado teniendo un espacio propio en el cerebro.

Al igual que la capacidad de leer no es innata, sino aprendida, esta habilidad se puede mejorar con entrenamiento hasta cierto límite. Las personas que tienen la lectura como hábito pueden llegar a leer entre 400 y 500 palabras por minuto, pero este límite es difícilmente superable por las características biológicas propias de la fóvea.

Los investigadores temen que los hábitos creados por las nuevas formas de comunicación produzcan una alteración de la capacidad de concentración  en la lectura, debido al poco vocabulario que se maneja y las abreviaturas utilizadas, y que esto desemboque en que evolucione de manera negativa nuestra capacidad lectora y con ello mermen los beneficios que provoca en nosotros la lectura, tales como el incremento del vocabulario, la mejora en la ortografía, el perfeccionamiento en la manera de hablar, las habilidades sociales, la capacidad de síntesis o la empatía. De la misma forma, el aumento de las horas que la media de la población dedica a ver la televisión, va en detrimento del proceso mental más complejo que requiere la lectura, ya que en la mayoría de programas prima más la espectacularidad que el contenido, y el espectador es un mero elemento pasivo en contra de lo que ocurre con la lectura, donde participa activamente.


“Leer es para la mente lo que el ejercicio físico es para el cuerpo”.
Joseph Addison. Ensayista, poeta y dramaturgo inglés.


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